Industria

Descarbonizar la economía y crear valor social

"Las centrales térmicas de carbón que pretenden cerrarse podrían ser objeto de proyectos varios."

La descarbonización para crear valor
photo_camera La descarbonización para crear valor

Oponerse a la transición energética es un acto irresponsable que puede comprometer la vida de las generaciones futuras. Discrepar del enfoque y los planteamientos que han ido desgranando la Sra. Ribera en relación al diesel, el carbón y la energía nuclear es una obligación intelectual y social.

Los expertos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático- IPCC- nos indican que si no se reducen drásticamente las emisiones globales de gases de efecto invernadero -GEI-, no se podrá alcanzar el objetivo de limitar el aumento de la temperatura del planeta a 2ºC por encima del nivel pre-industrial en el siglo actual; derivándose de ello graves consecuencias.

Las centrales térmicas de carbón que pretenden cerrarse podrían ser objeto de proyectos varios

Han sido necesarios 30 años y 21 Conferencias de las Partes-COP- para que 109 países que representan el 75% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero ratificaran el acuerdo de la COP21, celebrado en París en 2015; y 3 años más, hasta la COP24 de Katowice en 2018, para aprobar el llamado “Libro de Reglas”, instrumento fundamental para la aplicación práctica de los acuerdos. Si no se produce un drástico cambio de tendencia, el objetivo no se alcanzará y las catastróficas predicciones que vaticinan los informes del IPPC pueden tener lugar.

Las emisiones de gases de efecto invernadero han crecido a nivel mundial el 59% en el período 1990-2016. Los países de la UE28, en el mismo período, las han disminuido un 21%, en tanto que China las aumentó el 352%, India el 287% y Corea del Sur el 125%. Estados Unidos, tan denostado por parte del movimiento ecologista, sólo las aumentó el 1%. En España subieron el 21%. Estos datos ponen de manifiesto que sin el compromiso y la acción eficaz de las grandes economías asiáticas el problema no tendrá solución.

Descarbonización en la industria

Descarbonización en la industria

Los países más avanzados trabajan activamente en los proyectos denominados Power- to -Gas, consistentes en utilizar la energía eólica en la generación de hidrógeno para su inyeción a la red gasista

España no consiguió iniciar la senda de reducción de sus emisiones de GEI hasta 2005. En el período 2005-2016, España las redujo el 25%, frente al 8% de Alemania y el 19% de Francia. No es riguroso, por tanto, el adanismo militante de la Sra. Ministra de transición ecológica que quiere convencernos de que hasta su llegada no nos habíamos tomado la descarbonización en serio. No se entienden sus prisas, ni menos aún sus ocurrencias en materia tan grave, las cuales afectan especialmente a Asturias. Lo que España no puede hacer es resolver el problema global, por mucho que se pretenda estresar nuestro sistema energético declarando una guerra ideológica al carbón, a la energía nuclear y al diesel. Para poner el debate en sus justos términos, conviene recordar que las emisiones de GEI de España en 2016 representaron el 0,8% del total mundial.

Los ímpetus descarbonizadores del actual Gobierno no pueden justificarse con datos. El 54% de la generación eléctrica en España es neutra en emisiones de GEI -registros de la Agencia Internacional de la Energía correspondientes a 2016-. Entre los países con tamaño equiparable al nuestro o superior, sólo nos superan Canadá con el 80% y Francia y Suecia con el 90%. Alemania se queda en el 34% y Estados Unidos en el 32%. Sustituir el parque de carbón y nuclear con tecnologías eólica y fotovoltaica supone reducir el coeficiente de disponibilidad del 87%-90% a cifras inferiores al 22%, según datos del propio ministerio.

Seguir desarrollando en España subastas de energía eólica y fotovoltaica sin solución de almacenamiento es un despropósito, ya que sólo conducirá a la aparición creciente de restricciones de red para poder evacuar la energía renovable producida, lo que se conoce en inglés como “curtailment” y que en Alemania ya suponen importantes costes al sistema eléctrico. Por ello, los países más avanzados trabajan activamente en los proyectos denominados Power-to-Gas, consistentes en utilizar la energía eólica en la generación de hidrógeno para su inyección a la red gasista, que no es sino una excelente opción, dado que las redes de almacenamiento y distribución ya existen; o en la producción de bio-metano con el CO2 captado de procesos industriales, y en el desarrollo de la economía del hidrógeno en movilidad e industria química.

Para que la transición ecológica sea justa, se precisa que sea rigurosa en lo técnico, pragmática en lo económico y creadora de valor social

Las centrales térmicas de carbón que pretenden cerrarse podrían ser objeto de proyectos varios: conversión de carbón a biomasa, como lo está haciendo Dong en Dinamarca o la central de Lynemouth en el Reino Unido; su transformación a gas natural, tal y como se realiza en Estados Unidos en centrales de más de 50 años sub-críticas; el aprovechamiento de la generación eólica para almacenar energía térmica que permite mantener todo el ciclo vapor de las centrales de carbón, sustituyendo la caldera; además de otras opciones que en los próximos años confirmarán su viabilidad técnica, tales como la gasificación del carbón. Múltiples soluciones que evitarían el cierre de las centrales de carbón y dinamizarían la economía y el sistema de ciencia y tecnología.

En materia de movilidad, la falta de rigor no es menor. La satanización del diesel -entendida como tal la técnica retórica e ideológica de alteración de los hechos y descripciones- que el pasado verano realizó la Sra. Ribera, ya ha supuesto la pérdida de miles de horas de producción en las plantas españolas de la industria automotriz, al retraerse la demanda por las dudas e inquietud creadas. El coche eléctrico no está maduro y en mi opinión la movilidad basada en la pila de combustible de hidrógeno irá ganando cuota de mercado al no precisar enchufes de recarga. En el entretanto, los motores diesel de nueva generación son los más eficientes.

Destruir siempre ha sido más fácil que crear. Por ello, para que la transición ecológica sea justa, se precisa que sea rigurosa en lo técnico, pragmática en lo económico y creadora de valor social. Deseemos que el próximo Gobierno lo entienda y lo practique.