En el cambiante tablero tecnológico español, hubo movimientos que hablaron por sí solos. La apertura de una nueva oficina de ASAC en Madrid no fue un simple gesto corporativo: representó la confirmación de una tendencia que la compañía había construido durante años con paciencia industrial y visión estratégica. La consultora asturiana, con casi tres décadas de trayectoria, encontró en la capital un mercado natural y un punto de inflexión para consolidar su crecimiento.
Cerca del 40 % de su cifra de negocio se originó en Madrid, un volumen que justificó ,y casi exigió, un refuerzo de presencia física en el territorio. La nueva sede, 418 metros cuadrados en propiedad en la calle Padre Damián, en pleno eje empresarial que rodeaba al Santiago Bernabéu, simbolizó un paso más en la madurez operativa de ASAC: trabajar cerca de donde sus clientes tomaban decisiones.
Un espacio que acompañó el crecimiento
El sector tecnológico no concedía demasiada importancia al ladrillo, pero sí a lo que este posibilitaba. La apertura de un espacio moderno y funcional no fue solo un cambio de dirección postal: representó la creación de un ecosistema que permitió consolidar equipos y mejorar tiempos de respuesta. ASAC lo entendió así. Por eso acompañó la operación inmobiliaria con un refuerzo de plantilla, incorporando nuevos profesionales en ventas y soporte técnico para acompañar a organizaciones que buscaban migrar a la nube sin perder control sobre sus datos.
En un país donde la digitalización avanzaba a velocidad desigual entre regiones, la proximidad seguía importando. “La apertura de esta oficina supuso un paso clave en nuestro plan estratégico de crecimiento”, afirmó entonces el CEO, Maximino Fernández, justificando no solo el movimiento, sino también el momento. Estar cerca ya no fue solo geografía; fue capacidad de respuesta.
Un mapa ampliado con acento asturiano
La compañía mantuvo un pie firme en su origen: dos datacenters propios en el Parque Tecnológico de Asturias, uno de ellos certificado TIER III, interconectados por fibra óptica y respaldados por acuerdos en Madrid y Barcelona. Este despliegue la situó en un espacio competitivo donde convivían multinacionales, proveedores cloud globales y empresas españolas especializadas capaces de ofrecer soluciones de proximidad con altos niveles de control y personalización.
El camino de ASAC no fue excepcional en el sector, pero sí representativo: empresas medianas altamente especializadas que, sin renunciar a su identidad territorial, extendieron su capacidad operativa hacia los principales nudos de demanda tecnológica del país. La expansión de la nube privada, el auge de los modelos híbridos y la creciente necesidad de ciberseguridad crearon un ecosistema donde el tamaño no fue la única variable relevante; lo fue también la fiabilidad.
Qué implicó este movimiento para el ecosistema regional
Madrid actuó como un imán para cualquier compañía que aspirara a escala nacional. Pero cuando ese movimiento se realizó desde una base sólida, clientes, experiencia, infraestructura propia, no fue deslocalización, sino expansión ordenada. Para Asturias, que llevaba años construyendo un tejido tecnológico con peso específico, la apuesta de ASAC añadió un matiz relevante: la capacidad de generar valor desde la periferia hacia el centro sin perder identidad ni centros de decisión.
En un panorama donde cada región buscaba atraer y retener empresas tecnológicas, el caso de ASAC demostró que un modelo mixto podía funcionar: mantener la ingeniería y los datacenters en origen y proyectar la actividad comercial donde se concentraba la demanda.
Mirada hacia adelante
Si la tendencia del momento se mantenía, la nueva oficina no sería un punto final, sino una plataforma. La migración al cloud, especialmente en modalidades privadas y gestionadas, continuaría creciendo, impulsada por la demanda de seguridad, soberanía del dato y eficiencia operativa. Y ASAC, con su combinación de infraestructura propia y soluciones integradas, parecía orientada a ocupar un papel notable en ese escenario.
En los años que siguieron, la clave estaría en cómo se articuló la relación entre proximidad, especialización y capacidad de servicio. Por entonces, la apertura en Madrid dejó un mensaje claro: el crecimiento no se improvisó; se planificó, se construyó y se consolidó.